jueves, 20 de agosto de 2009

La Plage de St. Zotique, By Morriss


El fin de semana pasado estrenamos verano aqui en la región. Finalmente el sol dejó atras los rencores e hizo lo que tenía que hacer. Cuando ésto sucede las opciones son muchas. Surf en el St. Laurant, Frizbee en el La Fontaine, barbicue a Boucherville, du Vélo en la ciudad, BeachClub, La Ronde, etc.

Nosotros, por nuestra parte, montamos el Jeep y nos dirijimos a Saint Zotique, una pequeña población en las orillas del rio, a una hora (hacia el oeste) de Montreal y en donde hay una playa "pública" en la que solo hay que pagar la módica cantidad de 9 dolores para poder sentirse como en Melaque en semana santa.

Con una capacidad para 10,000 personas, esta playa recordaba las inolvidables vacaciones que mi amiga Ely pasaba cada año en Guayabitos. (Sin comentarios)
La playa no es muy grande ni muy bonita sino todo lo contrario. Al entrar al agua uno debe pelearse con las piedras del piso, las algas y demás plantas propias de la región, la salvavidas que decide lo que se puede y no se puede hacer así como los cientos de personas que al igual que yo, trataban de refrescarse un poco.

Por otro lado, el mestizaje cultural a todo lo que da. Los latinos cantando y perreando con el "i know you want me,, you know i want cha" los negros hippies con el clásico "Legend" de Bob Marley, los bikinis, burkinis y todo tipo de trajes de baño típicos de cada grupo étnico.
Niños por aquí, chinos por allá, Indús al lado, los negros enfrente, los italianos que no dejan de gritar, y finalmente los quebecois que, a todo esto, resultan ser minoría.

No faltó el respectivo homenaje al Jackson en algún lugar, los baños 100% al mexican style, el gran e impresionante barco carguero de fondo y la ñora que se bañaba con todas sus garritas, evocando al reconocido estilo chilangazo.

Todos disfrutan de esos extraños instantes de sol, arena y agua que, aunque no tiene mucho qué pedirle a las tierras mexicanas, simplemente es otra forma de no sentirse tan peor después de un verano que nomás no dió lo que se esperaba.

Por Saint-Denis



Sólo debo asomar la cabeza por la ventana del estudio para ver, como un cortometraje, las historias que frente a mis ojos ocurren, cada una con su trama, sus personajes y su desconocido deselnace. Sólo me asomo y veo. A veces hay comedia, a veces hay misterio, a veces hay romance y a veces hay horror.

Esta noche la lluvia lubrica las acaloradas banquetas y el negro asfalto se convierte en un sucio espejo que refleja los andares de la gente. Como en muchos centros de ciudad los indigentes abundan, los personajes jodorovskianos se hacen presentes y hasta el soundtrack propicio escapa de las ventanas de los autos que se detienen ante la luz roja de la esquina.

Asomo mi cabeza y miro. Miro hacia la derecha y miro hacia la izquierda.

Una pareja de indigentes pelea por las monedas de los automovilistas y transeuntes. Se gritan, se insultan y se desprecian, pero al final del día dormirán juntos, acurrucados uno contra el otro refugiandose de la fina lluvia bajo una apestosa y sucia cobija. Son mis vecinos de enfrente. Los que duermen en las instalaciones de la universidad, bajo algún delgado techo, en un aereado corredor, en unas incómodas escaleras, o, si tienen suerte, a un lado del cajero automático.

Miro hacia abajo y la linea para el concierto de Dream Theatre en el Medley, es cada vez más larga y ruidosa. Decenas de personas vestidas de negro, con botas altas y largas cabelleras rubias, se preparan en cuerpo, mente y espíritu, para disfrutar de un buen concierto metal. Rostros angelicales que gritan guturalmente las letras de sus canciones favoritas e insultan en colectividad a los policías del "Poste 21" que pasan en sus patrullas.

El chino de la tienda de enfrente, que normalmente es nada amable, hace su agosto en agosto. Solo en noches como esta tiene tanta venta y sus anaqueles estan más vacíos que nunca. Sus productos caducos se venden como pan caliente y él hasta habla en francés,, no se le podría ver más contento. Todos pareces estar contentos y esto es una fiesta.

Los turistas y transeuntes, al ver toda "la gang" de metaleros, prefieren pasar por la acera de enfente. Pasan, miran y siguen. Pasan, miran y siguen. Pasan y pasan y pasan y yo sólo veo cómo las historias pasan.

No es el Bronx, no es Garibaldi, no es la plaza de los mariachis pero quien ha estado en Montreal sabe que simplemente es Saint-Denis, la calle donde siempre hay algo que hacer, que mirar, que ver pasar.

domingo, 9 de agosto de 2009

Le Lac des Grenouilles, By Morriss


Hace unos días decidí volar y volar hasta cansarme y me cansé. Decidí seguir aún más adelante hasta que encontré un lugar donde reposar mis alas cansadas, mojadas, debilitadas por el frio aire del norte.
Después de horas y horas de camino llegué a un pequeño lago custodiado por unos altos y robustos árboles que danzaban y cantaban al ritmo del viento, y que complementaban en plano paisaje de un campo de moras azules que se extiende casi hasta el horizonte. Los habitantes de la localidad me dijeron que el lugar se llama "le lac des grenouilles", osea "el lago de las ranas".
Este es un pequeño paraje paradisiaco para las especies como yo. Ahí nos dejamos abrazar por la húmeda bruma y reposamos sobre el suave piso alfombrado de vegetación, hasta el momento, desconocida para mi. El oscuro espejo verdoso refleja nuestros sueños, miedos y esperanzas mostrándolas sin censura al cielo, y su avidriantada apariencia es interrumpida por la limpia caricia del aire.
Este lugar es mágico, y el silencio que reina en él es quebrantado de vez en cuando por los visitantes extranjeros que se maravillan con su paisaje y por los habitantes fieles que defienden su tranquilidad. Yo, por mi parte, debo seguir y solo me quedará el recuerdo de este pequeño paraíso que eoncontré en el medio de la nada, en el fin del mundo. Me quedo con el abrazo ligero del claro y limpio viento y la insonora melodía de despedida que las hojas de los árboles interpretaron para mi... à toujours